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La educación para la paz en el mundo contemporáneo


CULTURA DE PAZ


Los tiempos que corren son tiempos de incertidumbre y confusión. En muchos lugares del planeta se viven graves crisis provocadas por la guerra, la pobreza, la economía neoliberal desaforada, el deterioro ecológico, el uso inhumano de la tecnología, y la alienación que generan la mayor parte de los medios de comunicación masiva. Son tiempos difíciles para quienes tenemos la responsabilidad de educar.


Ante los problemas del mundo contemporáneo, se hace necesario desarrollar una educación que permita al hombre contemporáneo construir y poner en práctica jerarquías de valores sólidas y congruentes para afrontar los múltiples retos del mundo globalizado; cultivar concepciones del mundo y de la vida que desemboquen en una convivencia justa y pacífica. Es necesario fortalecer una educación que nos ayude a comprender y superar los conflictos personales, escolares y sociales para formar auténticas comunidades de aprendizaje, en donde la vida personal pueda desarrollarse dialógicamente con un sentido de alteridad, donde el hombre edifique su "ser" ayudando a que otros "sean":


Actualmente, en México vivimos situaciones de mucha violencia (tanto a nivel macro-social, como en la escuela y en los hogares), una violencia que se extiende y que causa grandes sufrimientos a numerosas familias por todo el país.

Hay muchas formas para detener y combatir esa violencia, pero la más efectiva a mediano y largo plazo es la educación. La forma de acabar con la violencia es aprendiendo a vivir en paz con uno mismo y con las demás personas: viviendo y practicando una cultura de la paz.


El concepto de paz ha evolucionado y no se limita a los enfoques de lograr una paz de tipo individual, a la ausencia de guerra o a la coexistencia pacífica que buscaba el equilibrio de los poderes en el sistema internacional. El concepto moderno de paz apunta a la integración de diversas temáticas y enfoques sociales que conforman una cultura de paz, que integra aspectos internos y externos: problemas y retos sociales, ambientales y espirituales.


Actualmente la búsqueda y la conquista de la paz se entiende como un proceso gradual y permanente que aborda, de manera teórica y práctica, los grandes temas y problemas que afrontan las sociedades modernas que luchan por instaurar: derechos humanos básicos, igualdad entre hombres y mujeres, formas de participación y gobierno democráticas, respeto pleno a la diversidad cultural y un desarrollo económico sustentable.


Los maestros de México podemos ayudar a construir y fortalecer la paz -la cual no es solamente la ausencia de la violencia-, la paz es mucho más que eso. La paz es conciencia y acciones para superar los problemas macro sociales mencionados anteriormente, pero también se encuentra en las pequeñas acciones que se viven cotidianamente. En todo lo que hacemos día con día podemos sembrar las semillas de la paz: al estudiar y prepararnos para ser mejores; cuando tratamos a nuestros alumnos y colegas con respeto y cordialidad, y las veces que ayudamos, en nuestra familia, a resolver los problemas y a recuperar la unidad. La paz se vive también al cuidar la naturaleza, tratando bien a los animales, al leer un libro que nos invita a conocernos a nosotros mismos y a convertir nuestros sueños en realidad. Existen diversas alternativas con las que se puede contribuir a la concordia: la paz que logremos en nuestro interior y en nuestro entorno social inmediato, será la paz del país, y los cambios institucionales y sociales que alcancemos serán la paz de cada persona.


CONSTRUIR LA PAZ


En la idea de la paz se condensan varias aspiraciones y valores del hombre; la libertad, la justicia y la colaboración probablemente no sean más que medios y condiciones para llegar a ella, para volver armónico lo discordante y unir lo que ha sido roto entre los hombres y entre estos y la naturaleza. La paz ha sido buscada con ahínco en diferentes tiempos y lugares, pero sigue siendo una posibilidad remota e ignorada.


Vivimos un mundo en donde la guerra campea en sus múltiples formas: batallas cruentas que siegan diariamente cientos de vidas y crueldades silenciosas que apagan o envenenan el espíritu de muchos niños y jóvenes, crueldades que podrían ser evitadas con un poco de sensibilidad e imaginación: "Cuando uno mira con atención a un hombre o a una mujer -nos recuerda el escritor inglés G. Green- siempre llega a sentir piedad... esa es una cualidad que la imagen de Dios trae consigo. Cuando miráis las arrugas junto a los ojos, la forma de la boca, el modo de crecer el pelo, es imposible odiar. El odio no es más que un fracaso de la imaginación". Imaginación y buena voluntad son el sustento y las herramientas con las que cuentan los maestros para evitar la barbarie siempre acechante.

La capacidad crítica y la razón son importantes en el trabajo educativo, pero en momentos como los que vivimos necesitamos más el espíritu de cordialidad cercano a la poesía; esto es, una especie de pensamiento cálido, encendido, emocional, que unido a la compasión, nos asegure contra un retroceso a formas ancestrales de vida.


Una de las vías, probablemente la más eficaz y menos explorada, para evitar la barbarie en sus múltiples manifestaciones, es tratar de educar para la paz, a sabiendas de que no contamos con un método o una solución pedagógica. La educación para la cooperación y la concordia se encuentra inédita, es algo por hacer y descubrir, se trata de una conquista como nos lo sugiere este hermoso poema de Pedro Bárcena:


Si alguien busca la paz

yo le digo:

La paz no está en la noche

ni en el sueño.

(La noche tiene ortigas

que le hieren la espalda;

por el sueño transitan los espectros.)

La paz

no está en los lagos solitarios,

ni en los tupidos bosques,

donde los vientos guardan

sus secretos.

No está tampoco (aunque haya quien

lo diga) entre las tumbas.

La paz no está en los muertos.

Ni en las montañas coronadas de nieve,

ni en los profundos mares.

Ni entre la multitud, ni en el desierto.

Por la simple razón

de que la paz no existe:

hay que crearla dentro.


LA LUCHA CON UNO MISMO


Las fuentes de una educación para la paz se encuentran en las maneras de enfocar los temas y hechos que se desprenden de la vida misma, sea esta social, familiar, escolar o personal, y en las enseñanzas y testimonios de los grandes maestros de la paz, como Tolstoi, Ghandi o Luther King.


La eficacia de esta educación dependerá de su flexibilidad y sencillez, de su pertinencia y frescura; por eso no es conveniente ceñirla a una metodología pedagógica o a la incorporación de nuevos contenidos y disciplinas escolares (aunque tampoco se descartan como medio o elementos parciales); se trataría más bien de buscar una visión integradora (un eje transversal como se le llama hoy), una sensibilidad que abarque el trabajo de enseñanza y aprendizaje en su conjunto: la orientación y contenidos de la educación, la forma de organizarlos y jerarquizarlos, el tipo de relaciones sociales que se establecen en la escuela, el optimismo y capacidad técnica de los maestros, el sentido de las actividades artísticas y deportivas, etc.


La educación en (y para) la paz, vista de manera global, aparece como algo sumamente complejo y, en cierto modo, simple a la vez: Utilizar todos los medios educativos posibles, para despertar y cultivar en los niños y jóvenes la compasión, la simpatía y la comprensión hacia el ser humano y la naturaleza. Pero ¿Cómo llevar a la práctica esto? ¿Hacia dónde dirigirnos? ¿Cómo podemos convertir la educación en un auténtico diálogo?


Creemos que no existen respuestas o soluciones generales. Cada escuela, cada grupo, cada maestro y cada estudiante tendrán que buscar y encontrar las suyas, el camino que corresponde a su historia, ideales y libertad. Lo único que sabemos es que en el camino hacia la paz, paradójicamente, se tienen que librar batallas difíciles contra enemigos fuertes y poderosos, y que existe un combate primordial "el mayor vencimiento que desear se puede", según don Quijote, sin el cual los otros logros dejan de tener sentido: la lucha con uno mismo, lucha que a diferencia de otras, "a nadie ofende y a todos ilumina"

No extrañéis, dulces amigos,

que esté mi frente arrugada,

yo vivo en paz con los hombres

y en guerra con mis entrañas.

  1. Machado

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